Jugaba con la piedra entre sus manos y la sonreía maravillado por su belleza. Nunca había visto un diamante en bruto tan bien formado, tan bien creado.
Enamorado de su belleza exterior y del brillo innato que salía de su interior el minero abrazaba aquella piedra alegrándose por su buena suerte, por tener por fin buena suerte.
Era la piedra que siempre había estado buscando. La que en sus sueños aparecía una y otra vez. Muchas otras veces confundió las piedras que llegaban a sus manos, creyendo ver en ellas lo que siempre ando buscando hasta que un día perdían el brillo que le hacía sonreír. Pero esta vez no sería así. Estaba dispuesto a no dejarse engañar por el brillo. No le pasaría como en un pasado en el que las piedras que hasta ahora había encontrado solo le habían arañado sus manos.
Apresurado corrió hacia su casa a lavarla. La pondría entre algodones y la cubriría con un pañuelo de seda. Contaría a todos sus amigos que él tenía la piedra más valiosa.
Al llegar a casa la lavó y vio lo que a él le parecía una pequeña imperfección. Sacó una lima del cajón y comenzó a pulir. Cada vez que la pasaba la lima la frotaba con esmero con la seda que la iba a cubrir.
Limaba y limaba y un pequeño polvo caía entre sus manos. Pequeñas virutas de color trasparente se perdían en la nada.
Cada vez que la miraba encontraba una nueva imperfección. La belleza que le enamoró ya no estaba. Quizás nunca se enamoró de ella sino que le pareció una buena inversión.
La piedra quieta no podía más que mirar la cara del minero, afanándose es esculpirla buscando lo que para él era la perfección. No entendía nada… hacía tan poco que era maravillosa a sus ojos, perfecta a lo que el soñaba.
Limaba y limaba. La ponía bajo el agua. Ya ni siquiera utilizaba los algodones para acomodarla. Solo la limaba.
Y tanto la limó que en mil trozos la convirtió. Aquel diamante en bruto que tanto esperó entre sus manos se deshizo bajo la pena de aquella piedra preguntándose en que se equivocó para que el minero no viera lo que era y no lo que podría ser.
Tanto ímpetu ponía el minero en embellecerla que no se dio cuenta de lo que sucedía hasta que con la lima rozo uno de sus dedos… fue entonces cuando se dio cuenta de lo que había hecho y lo que aquella piedra había sufrido hasta el último instante.
Aquel diamante en bruto, tan bello por fuera y maravilloso por dentro que le enamoró nada más verlo había sucumbido entre sus manos a su pasado. Aquella piedra perfecta intentando ser diseñada perdió todo aquello que le enamoró.
El diamante en bruto que esperaba a que su minero la encontrara desapareció sumida en la nostalgia de algo que por un momento disfruto.
11 comentarios:
Muy bonita historia, Anna, parece una vieja fábula. hay gente que nunca está satisfecha con lo que tiene. Busca y busca y cuando lo encuentra no le gusta o piensa que no es lo que esperaba. Busca una perfección inexiste. Son gente que jamás disfruta de lo qu tiene, por muy valioso que sea. Hay mucha gente así y, la verdad, dan pena porque nunca son felices.
Linda historia que incita a reflexionar.
Besos desde Málaga
Excelente metáfora. Lo has limado bien.
Todos somos diamantes.
Solo tenemos que buscar nuestro brillo.
Hay muchos mineros (y mineras)
que no saben lo que quieren.
No hay diamante alguno que haya salido de una mina y no haya sido limado. No hay minero alguno que salga de una mina y no se lime a gusto de su diamante.
Paco... gracias. Es cierto lo que dices, muy cierto. Lo importante es saber quedarse en el medio.
Besos.
Annick... gracias.
Besos.
dezaragoza... no sabes como me alegra tenerte por aquí de nuevo.
Besos.
Alberto... tendré que encontrar ese brillo.
Besos.
Fer... hay diamantes que no quieren ser pulidos sino cuidados y entendidos para que así sus mineros no tengan que limarse.
Tal vez sea como ese odioso minero, pero sin la lima; busco un diamante con imperfecciones perfectas.
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@Dezaragoza: ¡Meeecaaa, es verdad: volviste! (o pseudovolviste, no sé) ¡Hola, dezaragoza!! ^^
Precioso cuento. Me encanta
un abrazo
Kir... seguro que lo ha habido o habrá... cuando lo tengas no compres limas.
Besos.
Alfonso Carlos... gracias por leer y dejar constancia de ello.
Besos.
Kir, no necesitarás lima porque con el roce el diamante se amoldará perfectamente a tus rincones.
Muy bonito y con una moraleja muy bonita.
La perfección es una quimera dañina.
Otra cosa, ni se te ocurra agarrar una lima de uñas, eh?
Bsos
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